Mis manos se hablan,
se dicen, se cuentan,
y yo, desde mi silencio, me duelo...
cada palabra,
cada confidencia,
cada instante.
Diez burbujas para diez dedos;
y en cada una, en cada uno,
se van disolviendo las mañanas
en la arena de la soledad...
... y el tiempo
que todo lo olvida,
todo lo silencia,
agrieta la voz,
enmudece los sueños.
Siete notas
para una voz muda;
siete notas
para un piano olvidado.
Sin manos,
no hay palabras;
sin manos,
no hay música.
Siete notas suspendidas;
una voz, a la espera;
un piano, en su soledad;
siete notas en el silencio.
... callan mis manos entre los sueños
y se desvelan las voces...
Cuando el gallo canta,
despiertan las miradas...
amanece,
duerme la noche.
Notas atrapadas
entre las miradas;
y el silencio,
a la espera,
relamiéndose de su festín.
Notas... palabras,
mis palabras;
notas... voces,
mi voz;
y el silencio,
agazapado,
paciente.
Y qué si arden las palabras
en el pozo de la voz,
si las miradas son olvido
y el olvido es silencio.
Arde...
una voz entre las manos,
un silencio en la soledad.
Me descolocas...
no soy arena,
sólo olvido en una mirada;
olvido en las manos frías,
olvido en el silencio de las palabras.
